03 de Agosto de 2023.- Grecia, Italia, Argelia, Túnez… están sufriendo una intensa ola de incendios forestales con daños ambientales, materiales y personales de enormes dimensiones. Mientras España se ha vuelto a enfrentar al verano, época en la que se producen la mayoría de los incendios forestales en nuestro país, confiada en que una climatología más favorable vinculada a las abundantes lluvias de los meses de mayo y junio mejorase nuestros datos con respecto a 2022 pero sin haber llevado a cabo acciones eficaces de prevención. El COIM vuelve hacer hincapié un verano más en que los deberes siguen sin hacerse pese a que el año pasado se puso de manifiesto, y parecía haber consenso con respecto a que solo la gestión forestal y la economía vinculada al medio rural hacen posible una lucha más eficaz contra los incendios forestales. No olvidemos que casi el 55% de la superficie de nuestro país es forestal pero continúa sin ser una prioridad en las políticas económicas de las distintas administraciones.
Los montes españoles no son ecosistemas primigenios sino sistemas culturales, fuertemente intervenidos y transformados durante milenios, montes que la FAO describe como semi-naturales. España posee uno de los patrimonios forestales más valiosos de la Unión Europea, no solo por la extraordinaria diversidad de sus hábitats forestales, sino también por su gran diversidad de sistemas de aprovechamiento (de los pinares resineros a los alcornocales, de los sotos de castaño a las dehesas, de los puertos cantábricos a los atochales; de las choperas a la laurisilva canaria) y también de sus cadenas de valor (productos de madera, bioenergía, madera para construcción, mueble, corcho, resina, castaña, piña, caza, setas y trufas, plantas medicinales, pastos, turismo de naturaleza, etc.).
España es un país marcadamente forestal, aunque la sociedad española no sea consciente de ello y crea que nos estamos quedando sin bosques como consecuencia de las alarmas estivales de cada año. España posee 28 millones de hectáreas de montes (bosques y otros terrenos forestales) de las cuales 18,6 millones son arboladas, y se estima que en 2050 se superen los 22,5 millones. Si queremos encauzar el problema de los incendios forestales hemos de poner el foco en la rentabilidad de la gestión de estos terrenos y si no, el resultado será el abandono.
Para impulsar la gestión de los montes hay que motivar a sus propietarios a través de: el asociacionismo para llevarla a cabo de forma profesional movilizando a los más de 2 millones de propietarios; la concentración de superficies de gestión (de al menos 500 hectáreas); la mecanización de sus tratamientos y aprovechamientos; la reducción de la carga burocrática en los trámites; la racionalización, simplificación, digitalización y principio de confianza en el propietario forestal. Se necesita también fomentar el arraigo familiar de los propietarios forestales; dignificar a los trabajadores forestales cualificados; incentivar las inversiones en el sector forestal y disminuir el exceso de intervencionismo de la Administración. También hay que incentivar y asegurar las inversiones, fundamentalmente la reinversión de ingresos por aprovechamientos y dotar de un marco fiscal, crediticio y de seguros adaptado al sector forestal que incentive la inversión.
Y como no, fomentar el emprendimiento forestal, tanto en los sectores tradicionales favoreciendo su desarrollo, hoy frenado por restricciones temporales a la gestión desproporcionadas y por el abuso de la contratación directa a las empresas públicas y el minifundio contractual, como en sectores emergentes como turismo de naturaleza, alimentos forestales, salud, etc.
El abandono rural de los montes españoles
Nuestros montes no se encuentran en el mejor estado, de hecho, muchos de ellos llevan décadas de abandono precisamente en las zonas que son más propicias y sensibles a los incendios. Aunque disponemos de grandes profesionales y equipos de extinción en todo nuestro territorio, esta no es la única vía para enfrentarnos al problema de los incendios.
Este abandono, unido a la falta de población en zonas rurales vinculado a la ausencia de oportunidades en estos territorios, ha dado como resultado bosques continuos, tanto en áreas de montaña como en zonas periurbanas, donde se da un importante nivel de carga de biomasa, o sea combustible, que puede superar las 100 toneladas por hectárea, excediendo toda capacidad de extinción y poniendo en riesgo la vida de los efectivos de extinción. Por eso es esencial abordar la gestión forestal de estos territorios si queremos conservarlos.
Además, se echa en falta una política forestal decidida, que debería ser estratégica para el país, pues más de la mitad del territorio nacional depende de ella. Es importante que el sector forestal sea reconocido como un sector primario que, en lugar de constituir un problema, sea clave para ofrecer extraordinarias oportunidades para el estado en general y para el mundo rural en particular.
Eduardo Rojas Briales, decano del COIM indica que “Estas actuaciones requieren de una planificación de prevención y su ejecución continua durante todo el año de mano de profesionales, lo que debe ir acompañado de unos presupuestos suficientes y estables. Es crucial abrir el debate acerca de cómo financiar el territorio interior y forestal de esta España despoblada”.
El COIM también señala que además hay otras medidas de apoyo a la gestión forestal como el uso de las quemas prescritas o la ganadería y agricultura extensiva que generan discontinuidades en el territorio con cultivos de poca combustibilidad, como la vid, y que permiten crear paisajes más resilientes.