La sociedad del siglo XIX puso de manifiesto la necesidad de crear Escuelas capaces de albergar los dispersos conoci-mientos del mundo científico y aplicarlos con las herramientas técnicas disponibles para abordar el progreso social que se avecinaba. La ciencia forestal no fue una excepción y, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, se consolida en su interpretación más moderna. En algunas universidades se comenzaron a impartir enseñanzas forestales. La primera de ellas se creó en Tegel, cerca de Berlín, bajo la dirección del botánico GLEDITSH, en 1770. De las escuelas forestales que se crearon en Alemania, la de más nombre y prestigio fue la Academia de Tharandt, fundada y dirigida por HEINRICH COTTA. En 1816 fue declarada pública. COTTA, además de establecer y ordenar las enseñanzas de la ciencia dasonómica, debe ser reconocido por sentar dos axiomas fundamentales:
- La necesidad ineludible para la conservación de los montes es la existencia de un Cuerpo facultativo encargado de su administración.
- Que el Estado debe ser el propietario y administrador del monte alto y maderable.
Siguiendo el modelo alemán, Francia creó su Escuela forestal de Nancy en 1824. Inglaterra no dispuso de ninguna Escuela, pero enviaba a sus discípulos a las academias de Tha-randt, e Italia, debido a la unificación del país, tuvo que esperar hasta 1869 para que se crease la Escuela Forestal de Vallombrosa.
El conocimiento adquirido por los forestales en las distintas Escuelas hace que apliquen su sabiduría al manejo de los montes, interpre-tando a éstos no como meros productores de madera, sino como parte integral del equili-brio representado en el Medio Natural.
Las técnicas puestas en practica no se hacen esperar y la introducción de la máquina de va-por para el proceso de cortas y transformación de madera en aserradero o en monte, supone una innovación tecnológica de la que se hace eco el ingeniero de Montes EUGENIO PLA Y RAVE en su obra Maderas de construcción civil y naval (1880). En dicho Manual describe con detalle la máquina "Ransome" y realiza un estu-dio comparativo de los tiempos empleados en cada faena, ya sea manualmente o con máquina de vapor.
De forma paralela, la comunicación de los territorios occidentales de EE.UU. por ferroca-rril con la costa Este supone el trazado de una red ferroviaria que obliga al consumo desordenado de ingentes cantidades de madera, no sólo para la provisión de traviesas, sino para la construcción de puentes de madera en caballetes capaces de vadear los profundos va-lles y satisfacer las demandas de los asentamientos metropolitanos que se crearon.
La gran demanda de madera en aquella época provocó uno de los procesos de deforestación más importantes del siglo XIX, perdiéndose casi la mitad de los bosques naturales de la costa Oeste de EE.UU. Este proceso fue inmortalizado por el fotógrafo KINSEY, quien, gracias a su afición por la fotografía sobre temática forestal, nos ha permitido conocer la influencia del hombre en los bosques primarios de la costa del Pacífico de EE.UU.